domingo, 4 de julio de 2010

memoria

A veces es necesario que alguien te recuerde que una vez fuiste un hombre. Los años pasan y el muchacho que fuieste, con sus virtudes y sus defectos, se domestica, se adormece. Los sueños juveniles se convierten en quimeras inalcanzables y por último terminas por olvidar quien eras. Con veinte años no tienes experiencia, ni dinero, ni conocimiento, pero tienes ilusiones y sobre todo no tienes miedo. Luego entras en la rueda del poder y poco a poco te desprendes de tu individualidad, te pliegas a las exigencias de la necesidad que la sociedad y las circunstancias te crean, te hipotecas a cambio de un sitio donde vivir y el pan de cada día, y te conviertes en esclavo de un sistema que te somete y te cosifica. Y todo gracias al miedo, el miedo a perder, el miedo a no ser, el deseo de cumplir unos objetivos que crees que son tuyos y el miedo a no ser capaz de conseguirlos sin darte cuenta que aunque los consigas seguiran siendo éxitos de otros, beneficios de otros, ventajas de otros, y tú seguirás viviendo con miedo.

Hoy he tenido el privilegio de escuchar de alguien algo que ya ni recordaba. Alguien me ha mostrado la imagen de quien fui, sin que fuera capaz de reconocerla. Cuando vivía sin miedo, ajustándome a mi código de conducta, que no era ni bueno ni malo pero era mío. Y lo defendía a capa y espada sin pensar en las consecuencias, sin miedo al que dirán y sin mirar si me beneficiaba o no materialmente, porque subconscientemente sabía que me beneficiaba moralmente. Un día viente años atrás y sin yo saberlo, fui un líder por ello.

Hoy en día no soy si quiera capaz de defender mis ideas públicamente. Paso la vida midiendo mis palabras o simplemente evitando decirlas para no equivocarme, o ni siquiera eso, para evitar escuchar a nadie decirme que estoy equivocado, por que no sería capaz de responderle. He perdido la capacidad de argumentar, porque he perdido la capacidad de creer. Ya no tengo convicciones y si las tengo intento evitarlas para que no me perjudiquen, para no tener que posicionarme, y verme expuesto.

Por eso me desprecio, y me olvido casi intencionadamente que alguna vez fui un líder. Me obligo a mi mismo a olvidar que cuando hablaba la gente me escuchaba. Que era capaz de dirigir a los que me rodeaban, de encontrar la forma de motivarlos, de tocar las teclas necesarias para conseguir no lo que yo quería sino lo que creía que era justo.

Me he olvidado de mí mismo. De quien soy y por supuesto de quien quería ser. y deambulo por el mundo perdido, dejándome llevar y con miedo a ser visto, a sentirme responsable, a hacerme responsable...