jueves, 7 de enero de 2010

Lluvia

No para de llover. Parece como si la meteorología quisiera contradecir esos malos augurios que estos años atrás hemos ido acumulando sobre el calentamiento global. En todo caso calentamiento o enfriamiento o enhumedecimiento, lo cierto es que cada año el tiempo, el climatológico quiero decir, es más raro. Quizá también el otro tiempo, el que medimos con reloj, se me hace a mí cada vez más difícil de mensurar; parece como si los años se aceleraran o se ralentizaran según un ritmo oculto, que hace que los tiempos felices se vivan deprisa y pasen rápido a nuestro imaginario, mientras que los tiempos duros se instalan en nuestra realidad cotidiana, como inquilinos indeseables a los que es imposible desahuciar, alargando la agonía de la lucha diaria por recuperar la felicidad perdida.
Mientras llueve, sigo caminando por esta cuesta arriba interminable, con la esperanza de que en algún momento el terreno se suavice, que el esfuerzo al final no resulte vano y pueda llegar algún día a la cima de esta desgracia continua que es mi vida para comenzar así a bajar, que siempre es más cómodo, pero también más rápido.