sábado, 23 de enero de 2010

como siempre casi

Los fracasados acumulamos en nuestra mochila muchas decepciones. Decisiones erróneas, proyectos incompletos, tareas a medio hacer, objetivos incumplidos.
No siempre es nuestra culpa. Esa maldita educación judeocristiana que nos acogota nos hace perder la perspectiva. Nos educaron en el esfuerzo y en el premio por la paciencia y el trabajo. Si te esfuerzas, si trabajas, si estudias, si tienes talento,... al final la vida te recompensará.
Es mentira. No dependemos del esfuerzo, ni del talento, ni de nuestra capacidad de responsabilizarnos. De echo dependemos de cualquier cosa menos de eso. Dependemos de los demas, sobre todo de los poderosos. Dependemos de nuestros familiares y de nuestros amigos. Dependemos de la suerte y del destino. Quizá de alguna fuerza que desconocemos, oscura y caprichosa.
Yo, hoy, tengo uno de esos días malos y tengo claro que los demiurgos están en mi contra. Decida lo que decida, saldrá mal. Como la ley de Murphy pero con mantequilla en los dos lados. o mejor dicho, como darle una vuelta de tuerca a la famosa ley, no solo si algo puede salir mal saldrá mal, hasta lo que debe salir bien, saldrá mal.
Mi mochila en todo caso cada vez pesa más, y yo la arrastro cada vez más a duras penas. Esta espera es interminable. Van ya casi tres años de plaga tras plaga, y mi ánimo flaquea por momentos. Y yo con mi mediocridad no hago más que ponermelo más difícil. ¡qué pereza seguir adelante!. Como me va a costar querer a alguien sin quererme a mí primero.